por Josh Kruskal
Se dice que una imagen vale mil palabras y, sin duda, la novela gráfica Ciudad de payasos de Daniel Alarcón es una historia más compleja que la simple narración que contiene. Aunque Chino, el narrador, está representado como el otro – una figura marginalizada en relación con los habitantes de la ciudad – su historia resuena con un tema recurrente en nuestro discurso cultural. De muchas maneras, Ciudad de payasos se asemeja a un “viaje de héroe” clásico: tenemos un protagonista, Chino, que viaja alrededor de una tierra extraña. Se encuentra con una serie de personajes que son igualmente extraños, y con su ayuda se embarca en una misión de autodescubrimiento. Sin embargo, está claro que Chino no es un protagonista tradicional, y que su búsqueda de sentido lo deja con más preguntas que respuestas. Por eso, podemos interpretar Ciudad de payasos como una deconstrucción de la idea del viaje del héroe, del bien y del mal y de la idea de las conclusiones felices. Al final, la búsqueda de sentido revela los problemas sociales, en especial con respecto a la relación entre los jóvenes y la ciudad. Aunque Chino es un extraño en el contexto de Lima, los problemas que él observa reflejan un conflicto más amplio sobre el medio ambiente urbano, las oportunidades económicas, la seguridad, el amor y la falta de identidad generacional. Por lo tanto, en Ciudad de payasos, Chino efectúa una búsqueda de sentido arquetípica que revela ideas conflictivas sobre la ciudad entre los jóvenes.
La marginalización urbana ocupa un papel central en este cuento. Los payasos, que representan una subclase económica única, son manifestaciones de esta fragmentación social. Es obvio que ellos no están en lo alto de la escala social, como podemos ver cuando Chino observa cómo un payaso es atacado con globos de agua.[1] Pero al mismo tiempo, es evidente que los payasos tienen algún nivel de poder en esta sociedad. Vemos un payaso caminando sobre zancos al mando de un ejército pequeño de lustrabotas[2]. Además, cuando Chino acompaña a Jhon y Toño, observa cómo obtienen dinero de los pasajeros en el autobús sin esfuerzo, y sin ofrecer ningún tipo de servicio.[3] Está deliberadamente poco claro dónde en la jerarquía social pertenecen los payasos. No se puede decir que los payasos tengan todo el control, pero también es aparente que tienen una cantidad inestimable de influencia sobre la ciudad y su gente. La única cosa que está clara es que los payasos son percibidos como los otros, figuras invisibles, que viven y trabajan en el borde de la sociedad.
Esta representación entra en conflicto con la noción de la marginalidad urbana descrita por Emilie Doré. Dore explica que la marginalidad urbana se produce cuando la estructura de una sociedad impide el ascenso social.[4] En Ciudad de payasos, parece que es posible cambiar su posición, pero no siempre está claro en qué dirección se encuentra “el ascenso”. ¿Es mejor ser un trabajador de construcción o ladrón? ¿Es mejor ser periodista, que escribe artículos sobre un gobierno corrupto, o es mejor ser payaso? Durante su búsqueda, Chino aprende que estas preguntas no pueden ser contestadas. Es importante notar que las consideraciones morales no son factores en su proceso de pensamiento. Chino no puede condenar a su padre, a pesar de sus crímenes – incluso aquellos contra la familia Azcárate, quienes son amables con su propia familia. Chino explica que su padre “comprendió muy rápido la verdad esencial de Lima: Si se quiere hacer dinero, hay que obtenerlo de sus calles”.[5] No hay espacio para la amabilidad en este lugar. Esta ciudad es un grupo de humanos, por supuesto, pero no es una comunidad. En este caos moral, no hay nada para evitar la “desarticulación de las reglas, valores y certezas comunes que constituyen el orden social”.[6] Esta falta de orden se refleja en la jerarquía social deconstruida en que no está claro dónde se ubican los payasos en relación con otros grupos.
La ciudad no ha sido siempre así, pero los jóvenes de hoy están creciendo en un momento en que la ciudad se define más por sus problemas y menos por lo que puede ofrecer a sus habitantes. Sin embargo, esta afirmación presenta un problema. Si las ciudades han empeorado hasta un punto tan extremo, entonces ¿por qué han continuado creciendo y siendo el destino de las migraciones internas?[7] Chino no elige venir a Lima; su padre toma la decisión de abandonar Cerro de Pasco.[8] Pero, como adulto, Chino tiene la capacidad de elegir entre permanecer en la ciudad o intentar vivir en otro lugar. Él se queda en Lima a pesar de sus malas experiencias porque él todavía ve la ciudad como un lugar de oportunidades. Sin embargo, el discurso sobre la ciudad como un lugar de oportunidades es una reliquia de una época anterior a la generación de Chino, y tal vez antes de la generación a la que pertenece su padre. La ciudad es una herencia del pasado, y no está claro si es un regalo o una carga. Si interpretamos las generaciones sucesivas como culturas distintas, podemos ver cómo un ambiente construido por una generación anterior no puede satisfacer las necesidades de una generación moderna.[9] Algunos de estos deseos son superficiales, como las preferencias de vivienda, el entretenimiento, las instituciones culturales, y también actitudes colectivas acerca de la familia, el idioma, la raza, el género y la sexualidad. Otras tienen efectos más inmediatos en la utilidad relativa de la ciudad, por ejemplo, las preferencias en cuanto a la educación, la salud, las leyes, la pobreza, los derechos humanos y la desigualdad económica.[10] La búsqueda del sentido de Chino puede ser interpretada como una representación de un proceso generacional colectivo. Chino, y la juventud en general, están buscando propósito en un ambiente que no tiene un lugar para ellos necesariamente.
En Ciudad de payasos, las ilustraciones de Sheila Alvarado representan a la ciudad como un lugar que es oscuro y confuso. Aunque ha pasado la mayor parte de su vida allí, Chino aún considera la ciudad como un laberinto para navegar. Las reglas de este laberinto son perversas; para sobrevivir, se debe hacer daño a aquellos que son amables con uno. La delincuencia se da por sentada, incluso entre la clase dominante en el gobierno. Si consideramos que “la ciudad es … [una] expresión de los procesos sociales que la constituyen,” [11] entonces está claro que ha habido un mal paso en la traducción. Si “la ciudad es un discurso”[12], es un discurso en un idioma que Chino no puede entender. Es probable que nadie pueda entender este lenguaje porque fue escrito por la generación pasada. En esta anarquía lingüística, la gente puede actuar como si entendiera las reglas y expectativas sociales. No es sorprendente que en este sistema los jóvenes estén mal equipados para encontrar el lugar al que pertenecen, y por lo tanto se embarcan en búsquedas de sentido constantes.
Por supuesto, la juventud como un grupo demográfico es muy amplio. Los jóvenes en las barriadas de Lima tienen una colección de problemas muy diferentes de los de los jóvenes en los sectores más privilegiados de la ciudad. De hecho, el desarrollo continuo de las barriadas podría ser interpretado como una reacción contra la naturaleza excluyente de la ciudad propiamente.[13] En el margen de la ciudad, estas comunidades han crecido como la infraestructura urbana ha fracasado en extender sus servicios a grupos desfavorecidos, muchos de los cuales son migrantes internos recientes.[14] A medida que estas barriadas se expanden, la ciudad central se vuelve menos relevante. Su único poder en las vidas de estas poblaciones marginadas es simbólico y, como hemos ilustrado, lo que la ciudad representa en el imaginario popular no corresponde con lo que hay en la realidad. La desilusión es un tema recurrente en las representaciones culturales de la juventud y de la ciudad. En El edificio de la calle Los Pinos por Jeremías Gamboa vemos a un personaje, Pineda, que ha abandonado su búsqueda de la riqueza material y ha cortado la mayor parte de sus conexiones con la sociedad urbana.[15] Aunque vive en la ciudad, íntimamente cerca de sus habitantes, está profundamente aislado. Independientemente de si consideramos a Pineda un iluminado o un recluso, podemos entender su reacción heterodoxa al medio ambiente urbano como respuesta a una falta aparente de pertenencia o propósito.
Al final de su búsqueda de sentido, Chino se ha transformado en un payaso.[16] Admite al lector que él sabe que no puede mantener su promesa a su madre; sabe que va a abandonarla.[17] Por eso, la conclusión de la búsqueda de sentido es trágica. Un viaje lo ha consumido.Lo más importante, él ha perdido su ilusión por la ciudad. Este proceso comenzó cuando era niño, pero es sólo como un hombre joven que él puede ver la imagen completa. Él acepta la futilidad de todo, la fachada débil que esconde una masa de mentiras. Las mentiras son el combustible que alimenta la ciudad. Fue la fabricación de su padre, que llevó a la familia de Chino a la ciudad en primer lugar. Su padre mantenía a la familia a través de un negocio deshonesto. La familia, por supuesto, pierde su validez también, después de la introducción de la otra esposa y sus hijos. La ciudad está en negación acerca de la delincuencia en los dos extremos del espectro de poder: los pirañas se dan por sentados, mientras que los escándalos políticos son vistos como entretenimiento. El trabajo del Chino es informar de todo. Como periodista, escribe sobre “redadas antidrogas, homicidios dobles, incendios en discotecas y mercados, accidentes de tránsito, bombas en centros comerciales” [18] – pero él es completamente insensible a estos eventos. Es un artista de propaganda de una variedad perversa; él lo convierte todo en un espectáculo, un circo, en el que la delincuencia y la deshonestidad son normales.En vez de denunciar los problemas sociales de la ciudad, Chino ha estado ayudando al proceso de desensibilización.A través de su búsqueda de sentido, Chino se da cuenta de su propia culpabilidad. Es sólo cuando lleva el disfraz de payaso que su apariencia externa coincide con su vergüenza interior. Es en este punto que el título del libro obtiene significado. En la ciudad de payasos, todas las personas son payasos, incluso aquellas que no llevan disfraz. Todo es superficial, y los problemas legítimos están distorsionados a través del entretenimiento.
Sin embargo, puede ser que el mensaje del cuento no sea tan sombrío. Al final, Chino ve por qué la ciudad no tiene cabida para una nueva generación. Es posible que exista un punto de ruptura. Fuera de la decadencia urbana, un fénix puede nacer. Todo dependerá del papel desempeñado por las comunidades marginalizadas. El interior de la ciudad y las barriadas, ambos, tienen muchos problemas, pero hay aquí una oportunidad para el desarrollo cooperativo. Si la ciudad no puede crecer de manera orgánica, y si continúa excluyendo a más y más gente – especialmente los jóvenes -, su futuro no será prometedor. Pero es cierto que el cambio es posible. Esta es la historia de la humanidad, y este es el pensamiento que nos debe inspirar a no abandonar las ciudades, sino a “despertar” sus posibilidades.
Obras citadas
Alarcón, Daniel. Ciudad de payasos. Lima: Alfaguara, 2010.
Chambers, Bill. “The Barriadas of Lima: Slums of Hope or Despair? Problems or Solutions?” Geography, Vol. 90, No. 3, Autumn 2005.
Del Valle, Carlos Yushimito. Emigración, un tema postergado: Anotaciones a propósito de Guerra a la luz de las velas de Daniel Alarcón. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marco, 2006.
Doré, Emilie. “La marginalidad urbana en su contexto: modernización truncada y conductas de los marginales” Sociológica, Año 23, No. 67, Agosto 2008.
Eduardo Valenzuela. “Los jóvenes chilenos y la crisis de la modernización” Estudios Sociológicos, Vol. 4, No. 12, Septiembre 1986.
Margulis, Mario.” La ciudad y sus signos” Estudios Sociológicos, Vol. 20, No. 60, Diciembre, 2002.
Margulis, Mario y Urresti, Marcelo. “Buenos Aires y los jóvenes: las tribus urbanas”Estudios Sociológicos, Vol. 16, No. 46. Enero, 1998.
Notas
[1] Alarcón, Daniel. Ciudad de payasos. Lima: Alfaguara, 2010. Página 35.
[2] Ibid, 51.
[3] Ibid, 84.
[4] Doré, Emilie. “La marginalidad urbana en su contexto: modernización truncada y conductas de los marginales” Sociológica, Año 23, No. 67, Agosto 2008. Página 88.
[5] Alarcón, 25.
[6] Eduardo Valenzuela. “Los jóvenes chilenos y la crisis de la modernización”Estudios Sociológicos, Vol. 4, No. 12, Septiembre 1986. Página 401.
[7] Del Valle, Carlos Yushimito. Emigración, un tema postergado: Anotaciones a propósito de Guerra a la luz de las velas de Daniel Alarcón. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marco, 2006.
[8] Alarcón, 27.
[9] Margulis, Mario y Urresti, Marcelo. “Buenos Aires y los jóvenes: las tribus urbanas”Estudios Sociológicos, Vol. 16, No. 46. Enero, 1998. Página 27.
[10] Ibid, 29
[11] Margulis, Mario.” La ciudad y sus signos” Estudios Sociológicos, Vol. 20, No. 60, Diciembre, 2002. Página 517.
[12] Ibid, 515.
[13] Chambers, Bill. “The Barriadas of Lima: Slums of Hope or Despair? Problems or Solutions?” Geography, Vol. 90, No. 3, Otoño 2005. Página 211.
[14] Ibid, 210.
[15] Gamboa, Jeremías. El edificio de la calle Los Pinos. Lima: Alfaguara, 2007.Página 17.
[16] Alarcón, 126.
[17] Ibid, 131.
[18] Ibid, 20.