La doble moral de la mujer revolucionaria

por Hannah Giese

¿Qué partes de la sociedad son justas? ¿Cuando están los derechos de las mujeres en peligro por causa de la sociedad? ¿Por qué existe un fuerte doble estándar para la mujer durante la Revolución Mexicana? Mientras que cada de estas preguntas es válida, no resuelven la gran interrogante de cómo eliminar la discrepancia entre hombres y mujeres en una época del desacuerdo intenso. Las mujeres en la Revolución Mexicana representan el poder verdadero de la idea de una “revolución”, ya que ellas eran capaces de negar las normas de la sociedad y, finalmente, obtener lo que querían para sí mismas. Sin la progresión de su papel en la sociedad mexicana, esta revolución no habría sido tan monumental. Por lo tanto, mediante la comparación de las expectativas del soldado macho típico a las de una mujer, así como observando cómo el resto del país percibía a esta, es posible ver cómo sus acciones positivas la convirtieron en una fuerza poderosa – aún ignorada – de la revolución. Ella fue cualquier cosa menos débil, doméstica y sumisa.

En primer lugar, se esperaba un soldado masculino que luchara con valor y entusiasmo a pesar del dolor y la angustia a los que se enfrentaría inevitablemente. Él dejaba a su familia y a su pueblo con la impresión de que iba a regresar como un héroe. Sin embargo, este “sueño” de éxito era bastante inmaduro porque la guerra significaba la muerte, y la muerte significaba el abandono. Aún para los hombres, la guerra era un ritual masculino donde ellos podían presentar su virilidad para crear una atmósfera sin las responsabilidades de cuidar a una familia. Además, estos hombres pensaban que la capacidad de luchar era su derecho inherente. Comparativamente, para las mujeres, la idea de una guerra provocaba una reacción maternal y un intento de sobrevivir. Estos sentimientos no eran alegres como los de los hombres porque los temores de las mujeres tenían un sentido urgente; sus esposos, sus niños y sus amigos estaban en peligro. Las ideas de la mujer eran racionales, no ideales. Entonces, de repente, la mujer recibió un caos de papeles porque en la conmoción hubo una gran soledad que ella necesitaba ocupar con amabilidad; su tiempo libre era útil. Y mientras la sociedad la veía tan indefensa, ella trabajaba como cocinera, enfermera y muchas veces como “soldadera” también. Cada obligación demuestra la importancia de la mujer para la revolución mientras los hombres continuaban validando su papel singular.

Las expectativas para una mujer en la Revolución Mexicana sobrepasaban en número a las del hombre, pero ella raramente recibió el reconocimiento merecido. Por lo tanto, no era una sorpresa que ella comenzara a exigir más derechos (o al menos los mismos derechos que un hombre). La mujer revolucionaria no quería ser pasiva nunca más, y entonces, sin crear otra batalla, luchaba por su educación y su aptitud de ser un ciudadano verdadero en su país. Durante la revolución, ella necesitaba ser madre, esposa y luchadora, pero ¿por qué ella no podía ser profesora o al menos estudiante? Los hombres reinaban sobre las cuestiones de igualdad, afirmando que las mujeres eran incapaces de ser racionales y por lo tanto, la educación sería innecesaria – para los hombres influyentes, enseñar a las chicas era una causa inútil. Aunque muchos movimientos feministas promovieron el fomento de la oferta en las escuelas para las mujeres, estas chicas continuaron siendo tratadas como seres inferiores en la sociedad. Para añadir a la cantidad enorme de expectativas, ellas tampoco podía ser tan moderna como para ignorar sus responsabilidades de madre y cuidadora; ella necesitaba tener una mezcla mental y física de lo moderno y lo tradicional. Esta dicotomía muy vaga de lo que era aceptable permitió a los hombres seguir viviendo cómodamente mientras que las mujeres se vieron obligadas a planear y analizar cada una de sus decisiones. Para las mujeres, este desafío resultaría en una paz productiva sin armas ni sangre.

Todas las acciones de las mujeres representaban la necesidad fundamental de una revolución; sin su resistencia y su perseverancia, los beneficios de la revolución habrían sido relativamente mínimos. La idea de la revolución deriva de una noción de cambio intenso, pero si las mujeres hubieran continuado en sus papeles sociales sumisos, sus derechos básicos todavía permanecerían en un estancamiento innato. Después de la oportunidad inusual de participar en las operaciones de batalla que eran dominadas por los hombres, las mujeres radicales no tenían ningún interés en regresar a sus puestos de trabajo tradicionales y vivir su vida según las reglas de la iglesia católica. Y si bien la decisión de participar en los combates raramente era una decisión de ellas, ésta provocó una necesidad no satisfecha por descubrir qué otra cosa era posible para mejorar sus vidas. Ella tenía curiosidad sobre su futuro y con ganas de ver más, hacer más y ser más. Estar perdiendo el tiempo al no ser individuo ya no era una opción viable. Por lo tanto, ella desafió a la iglesia católica mediante la participación en relaciones abiertas con un puñado de hombres, y también ella protestó por el sufragio de las mujeres, exigiendo más oportunidades de educación y más métodos anticonceptivos (Fernández, 55). Ésta fue la revolución, no el asesinato sin sentido y la marcha de la guerra, sino el progreso de una sección vital de la sociedad. Sin su esfuerzo notable hacia la igualdad, la revolución podría haberse convertido en una historia olvidada de armas y sangre. Un cambio era necesario para la perpetuación de su historia.

Sin embargo, las ideas mal fundamentadas de su sociedad han creado un montón de ideas falsas con respecto a las mujeres de la Revolución Mexicana. Ya fue ahora ella era libre, ella también estaba bajo el escrutinio de la iglesia, y entonces sus relaciones con los hombres la convirtió en un demonio sexual y una prostituta dispuesta. En los dibujos, se la ha representado como una “pinup” tetona para ofrecer una razón idealizada de por qué un hombre querría ir a la batalla junto a las mujeres (Smith, N/A). Sin embargo, a pesar de estas imágenes sexuales, la mujer revolucionaria estaba en la cuerda floja de no parecer demasiado masculina tampoco (porque, después de todo, ella llevaba un arma). Tal vez esto se deba a la idea de que una mujer poderosa e inteligente era una amenaza terrible para los hombres que nunca habían conocido a las mujeres que no fueran amas de casa domesticadas. Estas nociones preconcebidas de lo que significa ser una mujer independiente han sido perpetuadas por los escritores masculinos de libros y artículos sobre la Revolución Mexicana. Sin embargo, las mujeres no se quedan atrás, por lo que escribieron sus propias novelas enfatizando la realidad de ser mujer en medio de un grupo de hombres demasiado envalentonados. Quizás probarse a sí misma en una sociedad que duda de ella fue su trabajo más difícil durante la revolución.

Mientras que ella cocinaba, ella no era ama de casa. Mientras que ella se preocupaba por la casa, ella no era criada. Mientras que ella luchaba en la batalla, ella no era hombre. En cambio, ella era una mujer revolucionaria – alguien que no tuvo otra opción y entonces tomó la iniciativa de ampliar su vida con el fin de ser una persona independiente y fuerte. La sociedad podría ignorarla o crear falsas imágenes de ella, pero ella siguió luchando por su igualdad y su reconocimiento necesario. Éstas son las razones por las cuales, sin el progreso de la disposición femenina, la Revolución Mexicana nunca habría sido revolucionaria. Las mujeres constituyen una parte importante de la población Mexicana y sin el logro de su libertad eventual, habría seguido existiendo una gran desdicha en México. Finalmente, la mujer de la Revolución Mexicana fue capaz de superar sus límites y sus expectativas, lo que demostró su valor para la sociedad y pudo humillar a los hombres impetuosos.

Bibliografía

Fernández, Delia. “From Soldadera to Adelita: The Depiction of Women in the Mexican Revolution.” McNair Scholars Journal 13.1 (2009): 53-62. Web.

Smith, Stephanie J. Gender and the Mexican Revolution: Yucatán Women & the Realities of Patriarchy. Chapel Hill: University of North Carolina, 2009. Print.

 

 

 

Leave a Reply