El proceso de aprender un nuevo idioma se facilita enormemente cuando aplicamos principios clave como la transferencia lingüística y la autonomía del aprendiz. La transferencia lingüística nos permite usar conocimientos de una lengua previamente adquirida para aprender otra, lo que acelera la comprensión, aunque no garantiza fluidez total. Por otro lado, la autonomía del aprendiz —la capacidad de tomar control y gestionar el propio aprendizaje— es esencial para avanzar en el dominio de un idioma y en la práctica de la traducción. Además, es la motivación intrínseca, más que las recompensas externas, lo que impulsa un aprendizaje efectivo y duradero. Al combinar estas herramientas, no solo mejoramos nuestras habilidades lingüísticas, sino que también optimizamos nuestras capacidades para traducir con precisión.
