Por Astrid Rademeyer
Cuando tenía nueve años, mi familia y yo volvimos a vivir en Londres, donde vivíamos cuatros años anteriores. Ya que la escuela francesa se encontraba en el barrio de Sur Kensington – toda mi educación fue en el sistema francés –, mis padres eligieron establecerse en Kensington para que mis hermanos y yo pudiéramos caminar hasta la escuela y no tener que usar el transporte público. El camino más conocido y obvio desde nuestra casa hasta el liceo era bajar la calle Marloes hasta la calle Cromwell y subir este por quince minutos. La calle Cromwell era la avenida más contaminada de Inglaterra y estaba muy transitada. No era agradable seguir este itinerario. Nosotros decidimos buscar otro camino más agradable a transcurrir.

El camino más conocido para ir desde Kensington Green hasta el Liceo Francés Carlos de Gaulle. La mayoría de esta ruta – 0.7 millas – se trataba de la calle Cromwell.
En vez de tomar la izquierda después de haber bajado las escaleras de entrada de nuestro hogar, íbamos a la derecha y cruzábamos toda la residencia privada hasta la verja escondida al fin de un pasaje un poco oscuro en la parte de atrás de “Kensington Green” (la residencia). Aquí empezaba su propio recorrido. No siempre había sido una conglomeración de casas y apartamentos cerrados al mundo. Diez años anteriormente, se trataba todavía del Hospital de la Santa Maria Abbotts, edificado en 1871. Ahora sólo quedaba un monumento de la estructura original. El frente de la residencia se encontraba sobre la calle Marloes, de donde podían salir los carros y las personas. Atrás se encontraba la pequeñita cancela, casi olvidable. Fue por este lado que escogía andar hasta el liceo francés.

La residencia privada “Kensington Green”, cerrada a las personas que no vivían ahí o que no eran invitadas. Era el punto de partida del recorrido.

La única parte del Hospital de la Santa Maria Abbots que no fue demolida. Su interior fue convertido en apartamientos y el gimnasio de la residencia, que se encontraba en el fondo del primer piso.
Cuando cruzaba el umbral al mundo real, se encontraba en un callejón adoquinado. No me acuerdo del nombre del callejón y curiosamente su nombre no aparece en “Google maps”. La calle se ve en el mapa pero ella tiene ninguna denominación. Aquí podía elegir: caminar en línea recta o ir a la derecha. De todas maneras, cada vía llevaría hasta los Jardines Cornwall. Sin embargo, existían dos calles que se llamaban Jardines Cornwall. Las dos corrían paralelas, separadas por los jardines rectangulares cercados que salpicaban la ciudad de Londres. Las dos se llevarían hasta la calle Gloucester. Si tomaba el camino recto, tenía el placer de pasar debajo del arco. Pero si iba del lado de la derecha, podía andar por el callejón adoquinado y después de esta calle estaba en los Jardines Cornwall del lado más florido: las plantas se desbordaban por encima de los muros de los jardines privados para saludarle. Tomaba el segundo camino. Además, una vez llegado a la calle Gloucester, tenía que dirigirse a una nueva calle, los Jardines de la Puerta de la Reina, que se encontraba más cerca del camino de la derecha. Al fin tenía la misma distancia a cubrir.
Cuando salía de los Jardines Cornwall, de una calle o de la otra, no se encontraba directamente en frente al cruce peatonal. No quería ir hasta este punto muy lejos entonces miraba de los dos lados de la calle, verificando bien que no llegaban coches, y cruzaba muy rápidamente. Dependiendo de cual punto había escogido para cruzar la calle – esperando que los carros demasiados rápidos pasaban, acercándose de la entrada de los Jardines de la Puerta de la Reina – se encontraba del lado de la calle con las casas o él con el jardín. El pasaje del lado del jardín era muy angosto mientras que el pavimento del otro lado era ancho, pero prefería andar más cerca de la naturaleza (y técnicamente más cerca de la escuela, pero como en el caso de los Jardines Cornwall, los dos paseos aquí llevaban a la misma calle).
Los Jardines de la Puerta de la Reina se convertían en la Plaza de la Puerta de la Reina. Aquí también podía coger dos aceras, esta vez los dos bordeados por casas, pero la elección que hizo en los jardines le llevará naturalmente a un lado o del otro. Por el lado de los jardines pasaría cerca de un arco entre dos casas. Si pasaba por ahí, llegaba a la calle Cromwell que hasta ahora habíamos intentado evitar. Continuaba por la Plaza de la Puerta de la Reina hasta la Puerta de la Reina. Aquí, podía girar la esquina y quedarse cerca de las casas, con vistas sobre el Museo de la Historia Natural que se encontraba al otro lado, o ya cruzar la gran calle para llegar al otro lado y desde este punto de vista observar toda la vegetación que crecía sobre los balcones de estas grandes casas que no hubieras notado andando abajo a menos que sospechaba de que había algo arriba. Al final tenía que cruzar la Puerta de la Reina, pero su circulación venía en olas y era fácil de manejar. Había un cruce peatonal al fin de la calle, pero tenía entonces que esperar que los semáforos cambien de color.
Tomaba entonces la Puerta de la Reina por la derecha y finalmente llegaba hasta la calle Cromwell. Hasta ahora no veía a muchas personas andando pero esto cambiaba sobre esta calle. No podías evitar esta calle porque el liceo estaba ubicado ahí. Estaba colocado del otro lado de la calle a dos manzanas de la Puerta de la Reina. Esta calle era peligrosa y no podía cruzarla en cualquier punto. Había un cruce peatonal pero no era lógico cogerlo para nuestro camino: se trataba de una larga isla en el medio de la calle que llevaba a otro punto de la calle, rodeada por cancelas, más lejos de la escuela que el punto de entrada. Entonces todas las personas que no querían alejarse de su destino, si esta se encontraba al lado de la izquierda del cruce peatonal, tomaban una ruta alternativa a la isla ya existente: corrían del lado del museo hasta el medio de la calle, justamente al lado de la extremidad norte del cruce peatonal, y esperaban que los coches del otro lado se paren en los semáforos. Entonces pasaban entre los carros para volver a la tierra segura. Bajaba una cuadra en la dirección de la izquierda, cruzaba la Plaza Queensberry y a este rincón había un gran árbol.. Algunos pasos más y te encontrabas en frente al Liceo Francés Carlos de Gaulle.

La entrada del Liceo Francés Carlos de Gaulle. Alumnos pasaban en frente a este grabado antes de entrar en el edificio. En la piedra y la puerta de vidrio se reflejaba el Museo de la Historia Nacional, ubicado al otro lado de la carretera Cromwell, así como los árboles en la acera del lado de la escuela.

Londres a vuelo de pájaro, incluyendo los barios de Kensington y Sur Kensington. El recorrido se hacía a dentro de esta ciudad, pasando por estas calles.