Por Emily White
Las calles estaban abarrotadas, solamente se podían ver personas, aplastadas como sardinas en una lata, hasta el horizonte. Una masa humana indignada, los ciudadanos españoles se manifestaban para transformar los modelos democráticos y reapropiarse de la política. Gritando “¡No nos representáis!” y “¡Democracia real ya!”, la masa estaba marchando hacía el centro de la capital española, Madrid, para reunirse y manifestarse contra los recortes públicos, la privatización de la salud y la educación, además de contra la corrupción política. Era un grupo diverso: tanto físicamente como en lo económico, en lo social y en lo político. A pesar de esta diversidad, todos se habían juntado bajo el lema “unid@s por un cambio global”. Era el 15 de Octubre de 2012, el día del cambio global.
Las manifestaciones empezaron por la mañana en cinco barrios distribuidos por todo Madrid, formando columnas hacia la Plaza de Cibeles desde donde iban a reunirse para subir juntas hasta la Puerta del Sol, una plaza importante de la ciudad que servía como símbolo de la república española. Me junté con los manifestantes en la glorieta de Embajadores, cerca de mi piso. El plan era que íbamos a pasar por la Ronda de Atocha hasta llegar a la Plaza del Emperador Carlos V. Desde allí teníamos pensado subir el Paseo de Prado hasta la Plaza de Cibeles y de allí continuar por la calle de Alcalá hasta Sol.
Al principio todo fue según el plan. Las calles estaban llenas de personas con pancartas, algunas llevaban disfraces, otras estaban tocando música, bailando y todos gritaban al unísono. Como, había más de cien mil personas en la calle, avanzamos más lentamente de lo anticipado. Después de cuatro horas y menos de un kilómetro andado, llegué con mi amigo Miguel, a la Plaza de Cibeles. Nos quedamos allí un poco, mirando a la gente y apreciando esta cooperación ciudadana. Después de algunos minutos intentamos subir por la calle Alcalá para llegar a la Plaza de Sol y nos encontramos con un bloqueo. Nos dijeron que no se podía pasar debido a que habían demasiadas personas en la Puerta del Sol y que no cabía nadie más. Recuerdo que pensé que seguramente podían caber dos cuerpos más y por eso estaba resuelta a llegar allí.
Le dije a Miguel que sin duda había otra manera de llegar y que íbamos a buscarla. Intentamos subir por la calle Gran Vía y después bajar por la calle Montera pero había otro bloqueo similar a la entrada de la calle Montera. No me hubiera importado saltarlo pero esta vez había policía controlándolo, entonces nos dimos la vuelta e intentamos buscar otra entrada. Bajamos por la calle y giramos a la derecha por la calle de San Bartolomé. Aquí tampoco se podía pasar por la cantidad de gente que había en la calle entonces giramos rápidamente a la izquierda y entramos en una calle pequeña. Andamos un poco y encontramos un muro. Con la ayuda de Miguel podría saltarlo y seguir sola. Él decidió que había intentando todo lo que pudiera y no quería seguir más. Me levantó encima de sus hombros para que pudiera subir y después me despidió.
Cuando me encontré sola, me sentí más relejada y más libre a seguir mis instintos porque ahora podía hacer cualquier cosa sin arriesgar la seguridad de otra persona. Entonces después de saltar el muro empecé a buscar la manera de llegar a Sol, fuera legal o no. Detrás del muro encontré el patio de un edificio comercial. Al intentar abrir la puerta del edificio, que estaba cerrada con llave, me di cuenta de que estaba atrapada. Después de investigar, descubrí un cubo de la basura que empujé contra otra fachada. Al subir encima del cubo y saltar por encime del muro, me encontré en un callejón desconocido que seguí hasta el final donde estaba la parada del metro Sevilla. Como Sol estaba bloqueado contra todo tráfico peatonal, decidí tomar el metro para entrar.
Después de eso, era tan fácil que casi me reí. Subí en el metro y bajé en la próxima parada. Habían agentes de policía bloqueando las salidas del metro para que la gente no pudiera juntarse con los manifestantes pero recorrí toda la estación y descubrí que había una salida que la policía había olvidado. Rápidamente decidí correr hacia ella antes de que alguien me viera. Subí las escaleras y en cuanto entré en la Plaza me quedé atónita porque nunca en mi vida había visto tanta gente en un lugar al mismo tiempo. Había personas por toda la plaza: ocupaban el suelo hasta que no pudiera ni ver el concreto, estaban encima de las estatuas y las vallas, y incluso había gente encima de la boca del metro que era como un domo de cristal. La plaza estaba llena tanto vertical como horizontalmente. Los manifestantes habían ocupado el espacio totalmente, subvirtiendo su sentido y convirtiéndolo en algo para apoyar su desobediencia social. Me inspiró muchísimo. Vi que la gente había construido una plataforma en el centro de la plaza, entonces decidí subirla para mejor ver y apreciar este ejemplo de cooperación humana y acción colectiva.