Todo lo que hemos hecho en estas tres semanas equivale a una cosa pequeña. Todo el sudor, las lágrimas, las largas horas de trabajo durante la noche y la angustia equivalen a una pequeña semilla en un desierto seco. Pero esta semilla no será abandonada al vivir o morir por la suerte. Esta semilla va a germinar y crecer calentada por la luz de la esperanza y arraigada en centenares de corazones. Esta semilla tiene sueños de ser un jardín que podría sostener a todo un pueblo. En este desierto donde la tierra ha sido devastada por la guerra y la pérdida, la semilla es algo invalorable. Una semilla es la esperanza del pueblo y los frágiles brotes nuevos que llegan al cielo son los brazos de la gente que se estiran hacia el futuro. El futuro que la gente añora es el suyo. Es un futuro construido por sus propias manos y en una forma que sigue sus propios deseos. Es un futuro hecho posible por una pequeña semilla sembrada en surcos grandes y regada por la esperanza.
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