La búsqueda de la felicidad en Los Cachorros de Mario Vargas Llosa, Machuca y mi vida

Por Samantha Lamont

“‘Be the best’. It’s a message drilled into us from elementary school. I always feel the need to be the best, and I doubt that this is an unusual feeling” (Lamont 1). Escribí estas oraciones en la introducción de un ensayo para entrar en la universidad. Lo hice llorando en el suelo de mi pieza. Lloraba porque me había convencido de que la vida era una competencia que nunca ganaría. En el fondo, estaba buscando una manera de encontrar satisfacción con mi vida y con mis logros. Pensaba que la única manera en que encontraría ese sentido de satisfacciónsería sacar las mejores notas para lograr ser admitida a las mejores universidades. Eché la culpa por mi miedo de fallar a la sociedad en general, pero me eché la culpa a mí por ser tan incapaz. En ese ensayo, confesé que la presión de ser la mejor me había hecho pensar en matarme, razonando que “Sometimes I feel like killing myself when I dwell on the inability to be the best…People tell you to “be your best”. But how do I know what “my best” really is? And if “my best” isn’t better than other people’s “best” then isn’t it worthless? It tortures me” (Lamont 1). Esa cita muestra una contradicción; en realidad, tenía las mejores notas en mi colegio, en las clases más difíciles. Ya tenía lo que pensaba que me daría ese sentido de satisfacción, pero todavía me sentía incapaz. Pensé en el suicido porque no veía otra manera de escapar de ese sentido del vacío. Además, me había convencido deque era inadecuada, y estaba buscando alguna manera de castigarme. En este trabajo, voy a compararme con Cuéllar en Los Cachorros de Mario Vargas Llosa.Cuéllar y yo somos similares en la manera en que la interpelación althusseriana define lo importante en nuestras vidas. En ambos casos, la sociedad nos presentó exámenes foucaultianos para calcular nuestros éxitos, y al principio, pudimos aprobar esos exámenes. Nuestra motivación por encajar en la ideología de la sociedad fue distinta, y por eso cuando encontramos un examen que no pudimos pasar, nuestras reacciones fueron divergentes. En el caso de Cuéllar, su derrota lo hizo seguir reviviendo su juventud para conseguir la aceptación de sus compañeros, mientras en mi caso, mi incapacidad de pasar un examen me dio el poder de rechazar la interpelación de mi juventud, aunque mi propio rechazo no fue tan fuerte como el que tuvo Gonzalo en la película “Machuca”.

Tanto en la vida de Cuéllar como en mi propia vida, la sociedad nos interpeló, dictándonos lo que nos haría exitosos. Pero en el caso de Cuéllar, su felicidad dependía de la vigilancia y pasar los exámenes que sus compañeros le presentaron para conseguir su aceptación, mientras mi felicidad dependía de la auto-vigilancia.Althusser introduce la idea de que el estado controla a sus sujetos por la interpelación con una ideología. El estado canaliza esa ideología hacia sus sujetos por los Aparatos Ideológicos del Estado (AIEs), instituciones como el colegio y la familia. Foucault afirma que la sociedad controla y normaliza a los individuos por medio de darles exámenes, castigándolos cuando no pasan estos exámenes. También afirma que la vigilancia normaliza a losindividuos en la sociedad. Si los individuos piensan que están vigilados, no van a comportarse de una manera que no esté aceptada por la sociedad. En el caso de Cuéllar, sus amigos y su familia lo interpelaron, haciéndolo pensar que lo más importante en su vida era parecer masculino, para recuperar su ausencia de genitales. Cuéllar pensaba que ser el mejor en cada actividad podría confirmar su masculinidad. Sus amigos definieron la masculinidad y las normas. Por eso, su felicidad dependía de la aceptación de ellos. La vigilancia y la aceptación de sus compañeros le importaban mucho, y por eso Cuéllar pasó cada examen que sus amigos le presentaron en una exhibición pública. Por ejemplo, él quiso correr las olas en Semana Santa enfrente de todos sus amigos, mostrándoles su masculinidad. En mi caso, la sociedad y mi colegio me interpelaron al hacerme pensar que ser competitiva y sacar las mejores notas en mi colegio me harían sentir exitosa y feliz. La distinción entre Cuéllar y yo es que las opiniones y la aceptación de otras personas no me importaban mucho. Aunque estaba compitiendo contra mis compañeros, yo me estaba vigilando; mis notas no eran unos exámenes juzgados por la vigilancia de la sociedad, sino por mí misma. Me vigilaba, comparándome a las metas definidas por la ideología en la interpelación. Cuando no cumplía con las expectativas y exámenes que yo me había puesto (por ejemplo, cuando sacaba malas notas), me castigaba con frustración, disgusto e impulsos autodestructivos.

Cuéllar estaba motivado por la aceptación de sus compañeros, por eso, no pudo recuperarse cuando no fue capaz de madurar bastante para encajar en las normas de la sociedad. O sea, cuando no pasó el último examen social que sus amigos le presentaron. Su dependencia de la aceptación de sus compañeros está demostrada tanto en el uso del narrador multi-perspectiva como en la reacción que Cuéllar tuvo cuando sus amigos maduraron. Para relatar el cuento, Vargas Llosa no usó un narrador fijo, sino varios narradores con varios puntos de vista. En su lectura sobre las técnicas narrativas en Los cachorros, Joel Hancock nota que las normas e influencias de la sociedad “…are embodied in the novel’s communal (i.e. societal) narrative point of view. Cuéllar´s peers, the principal relators of the action, represent the judgments of society” (Hancock 16). Esta técnica refleja la experiencia de Cuéllar porque enfatiza las opiniones y juicios que la sociedad tiene de él en vez de la opinión que Cuéllar tenía de sí mismo. Su mentalidad estaba controlada por la interpelación y la vigilancia porque su autoestima y satisfaccióndependían de la aceptación de otras personas.Cuéllar demostró su dependencia de la aceptación de sus compañeros en sus reacciones a las pruebas de su masculinidad. Él identificó jugar fútbol, bailar y correr las olas como las actividades en que tendría que ser el mejor para probar su masculinidad. Cuéllar tuvo mucho éxito en pasar esos primeros exámenes. Hasta la maduración de sus amigos, Cuéllar logró la aceptación en su grupo de amigos a través de demostrar sus habilidades en esas actividades. Pero cuando sus amigos del colegio maduraron, recibiéndose de ingenieros, y casándose con sus enamoradas, Cuéllar hizo lo opuesto de madurar. Sus amigos lo castigaron por su incapacidad de encajar en la norma de la madurez. Criticaron sus locuras y sus relaciones con las “mocosas”. Se ve el alcance de su deseo de adaptarse a cualquier ideología para conseguir la aceptación de otras personas en su reacción a este castigo normalizador. Cuéllar cambia su grupo social en búsqueda de aceptación. Él se adaptó a la ideología de los rebeldes, vistiéndose de James Dean, y amistándose con los chicos roncanroleros de 13 y 14 años. Con ellos, es aceptado en una posición de poder. Les enseñaba a manejar, y los llevaba a varios lugares (como el Bowling y el box) para divertirse. Con ese grupo de jóvenes, Cuéllar no sentía la misma vigilancia crítica que sentía con las personas de su edad. Ese cambio de grupo social muestra que la búsqueda de aceptación de otras personas es su motivación para encajar en la ideología de la sociedad. Es por esa búsqueda que Cuéllar volvió a su juventud con jóvenes de esa manera cíclica cuando no se encontró capaz de pasar el examen de la madurez.

Como Cuéllar, yo pude pasar la mayoría de los exámenes que la sociedad me presentó en el colegio, pero en mi caso, pasar esos exámenes no me hacía sentir satisfecha. Esa decepción es lo que eventualmente me hizo rechazar la interpelación de la sociedad. Mis clases en el colegio eran difíciles, pero cada vez que yo me concentré en un curso, pude conseguir una “A”. Eso no fue por inteligencia, sino por muchas horas de estudio y la ausencia de una vida social. El horario que mantuve durante el colegio demuestra el orden de tiempo que Foucault afirma que es lo mejor para ser eficiente sin gasto (90), otro ejemplo de mi adaptación a las expectativas que la sociedad me había dictado. Aunque estaba pasando tantos exámenes de esa manera eficiente, sentía que yo podría lograr algo mejor, que todavía no era adecuada. En esa época, escribí el ensayo que cité arriba. Cuando mi consejero me dijo que era la mejor de mi clase, me acuerdo que no sentí nada, aunque ese título era evidencia concreta de que había superado a toda mi clase. No sabía por qué no sentí ni orgullo ni satisfacción. Ya entendí que esas reacciones no eran naturales, y por eso decidí irme a un año sabático. En ese año, encontré un examen que no pude pasar.

Durante la primera mitad de mi año sabático, pasé cuatro meses en Perú, trabajando en una casa-hogar para niños de la calle. Al principio intenté compararme con las personas en mi alrededor. Conseguir el respeto de los chicos fue un examen que yo me impuse. Con este examen en mente, empecé a compararme con una voluntaria de mi edad. Ella tenía un don de gente que yo no tenía. Su manera de comunicarse con los niños, haciéndolos cumplir sus reglas y a la vez manteniendo amistades y respeto, le dio la habilidad de ser la educadora de una casa para las chicas de la calle. Ella sola era responsable de 10 chicas y dos bebés. Su casa era ordenada, y ella tenía la confianza de la mayoría de las chicas. En cambio, yo estaba trabajando en la casa de los chicos (una casa separada) con otros dos voluntarios. Aunque había tanto apoyo, yo no fui capaz de ordenar la casa. Algunos chicos dejaron de ir al colegio, y no pude hacer que ellos cumplieran con el horario de limpieza. En los cuatro meses que estuve en Perú, nunca logré asegurar el respeto de los chicos que ella logró en sus primeras semanas. Al principio, me inventé justificaciones para mi incapacidad de ser la mejor voluntaria, asegurándome que solamente fue porque ella llevaba unas semanas más que yo trabajando en Perú. Pero después de algunos meses, tuve que aceptar que no tenía el carácter para ser educadora para niños de la calle.

Aunque estaba muy frustrada con mis incapacidades, no tenía la opción de huir o abandonar el trabajo en Perú. Para seguir, tuve que aceptar que no podría lograr lo mismo que la otra voluntaria había logrado. En vez de intentar ordenar a todos los chicos en la casa, concentré mi atención en Daniela, una chica de siete años que estaba viviendo con los chicos. Cada día, la llevaba al colegio, y cada día, me juntaba con su profesora. La molestaba para hacer sus tareas, y cuando ella terminaba sus tareas la llevaba al parque o a la playa. Nuestra relación fue algo bipolar; tanto que Daniela me llamaba “Mamá”, me llamaba “hija de puta” (y bastantes otros nombres que hasta ahora no entiendo). No tenía su respeto, pero sus notas en el colegio mejoraron. Un día, ella sacó un 100% en su dictado. Por primera vez,ella estaba orgullosa de sus notas en vez de algo superficial como su apariencia. Aunque no había logrado las metas que yo me impuse al principio (conseguir el respeto de los chicos y restablecer el orden en la casa), verla mejorar me convenció de que yo de verdad tuve un impacto positivo en su vida.

Esa experiencia de no aprobar un examen me dio el poder de rechazar la interpelación que había controlado mi vida en el colegio. Recibí ese poder en dos fuentes. Primero, aprendí que no soy una persona sin valorsi no soy la mejor en algo. Con esa confianza, no me siento incapaz como me sentía en el colegio. Aprendí esa lección con Daniela, porque aunque no estaba reorganizando la casa como la otra voluntaria, sí tuve un efecto positivo en la vida de la niña. Aunque esa idea parece obvia, y creo que lo entendía intelectualmente antes de irme a Perú, yo necesité una experiencia real para entenderla visceralmente. Segundo, aprendí que la satisfacción no se logra superando a las personas de mi alrededor. Cuando no era la mejor, no me sentía tan horrible como yo había pensado que me sentiría antes. Ese entendimiento alivió la presión de ser la mejor. De esa manera, afrontar mis limitaciones me dio la habilidad de aceptarlas. Después de hacerlo, no me eché la culpa por mi inhabilidad de ser la mejor. Esa aceptación me liberó del deseo de castigarme. Superar a las otras personas no me daría un sentido de felicidad. Aunque sospeché esa idea al final del colegio, nunca había tenido la experiencia de ser superada en algo sin tener la opción de abandonarlo. De esa manera, mi viaje a Perú me dio el poder de rechazar la interpelación e ideología de mi colegio.

Mi rechazo de la interpelación de la sociedad cambió mi mentalidad, pero no fue tan fuerte y externo como el de Gonzalo, el protagonista en la película “Machuca”. La película relata la amistad de dos chicos que son de diferentes clases sociales durante el golpe del estado de Pinochet en Chile. Para madurar, Gonzalo tuvo que rechazar la ideología de su familia, el estado, su colegio y el orden social en Chile. Sin embargo, el rechazo que sentía Gonzalo es parte del comentario social de la película. En su artículo comparando Machuca a otra película chilena, Antonio Traverso afirma que “Machuca can be interpreted has an allegory in which the coming of age of its central character [Gonzalo] stands for the loss of innocence, if not of the whole Chilean society, at least of the middle-class political intelligentzia” (Traverso 7). En Machuca, crecer significa rechazar la interpelación de la sociedad. Ese rechazo y desilusión fueron necesarios para comentar qué efecto tuvo el golpe militar en los chilenos. El uso de Gonzalo como un narrador inocente enfatizó su desilusión y su cambio de actitud hacia los AIEs. Gonzalo demuestra su rechazo con actos rebeldes, para proyectar su desilusión con la sociedad. De la misma manera que la película, él intenta hacer un comentario social, y por eso reacciona fuerte y públicamente. Por ejemplo, él escribe “ASSHOLE” en el examen de su compañero cuando este le pidió a Gonzalo que le soplara en su examen. En su propio examen, Gonzalo no contesta ninguna de las preguntas. Se rebela contra la sociedad para mostrar su rechazo de la interpelación. El resultado de mi propio rechazo de la interpelación y los exámenes no fue una rebelión, sino un cambio de mentalidad. Tuvo efecto adentro de mí. Fue una reconciliación de mis límites con mis expectativas, y el poder de sentirme feliz con mis logros sin compararme con otras personas. No estaba intentando dar un mensaje a la sociedad, entonces no me comporté como una rebelde contra la sociedad.

Cuéllar y yo tuvimos distintas reacciones a la incapacidad de pasar los exámenes sociales. Cuéllar nunca pudo rechazar la interpelación de la sociedad porque su satisfacción dependía demasiado de la aceptación de la sociedad. Afrontar sus limitaciones no lo ayudó porque él estaba bajo el control de la vigilancia y la interpelación de la sociedad. En el colegio, yo estaba controlada por la auto-vigilancia, según las normas definidas por la interpelación de la sociedad. Cuando me comporté según esas normas, no sentí ni satisfacción ni felicidad. En mi año sabático, aprendí que no tengo que ser la mejor para ser útil y sentir satisfacción con mis logros. Mi rechazo de la interpelación cambió mi mentalidad, pero no me inspiró a comportarme como rebelde como Gonzalo en Machuca, porque no estaba intentando dar un comentario social. Mi desarrollo fue algo personal, que pasó dentro de mí. Ahora, soy más sana de lo que era en mis años en el colegio. Todavía quiero sacar buenas notas, pero ya no tengo la ilusión de que mis notas me van a dar felicidad. Aunque aún tengo problemas con compararme con mis compañeros a veces cuando estoy estresada, día a día me siento más cómoda aceptando mis notas y logros si o no he superado a mis compañeros. Entiendo intelectualmente que existe otra manera de ver el mundo, como una colaboración entre las personas, pero todavía no he podido aceptar e internalizar esa idea. A largo plazo, todavía me molesta la idea de la auto-vigilancia y la competición. En la universidad, quiero estudiar la sociología y también los estudios latinoamericanos. Si este interés viene de un interés real, está bien y creo que yo seré feliz. Pero mi historia me hace dudar de mí misma—No sé si ese interés es un resultado de un deseo inconsciente de demostrarme que yo podré entender a los chicos de la calle, y que yo podré ganar el respeto de los chicos en situaciones desesperadas. Si hay otra prueba más, ¿qué pasará si no soy capaz de pasarla? En realidad, ¿es posible escapar de la interpelación de la sociedad completamente?

 

Obras citadas

Althusser, Louis. Ideología y aparatos ideológicos de estado: Abril 1970. [s.l.]: Grupos de estudio de filosofía y letras, 1972. Print.

Foucault, Michel. Trans. Aurelio Garzón Del Camino. Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo Veintiuno, 2002. 82-118. Print.

Hancock, Joel. “Stylistic Techniques Determined by Narrative Point of View in Mario Vargas Llosa’s “Los Cachorros” Pacific Coast Philology 12 (1977): 15-20. Pacific Ancient and Modern Language Association. Web. 24 Oct. 2013.

Lamont, Samantha. Competition. 2011. TS. Oakland.

Machuca. Dir. Andrés Wood. Perf. Matías Quer, Ariel Mateluna, Manuela Martelli. Menemsha  Entertainment, 2004. DVD.

Traverso, Antonio. “Contemporary Chilean Cinema and Traumatic Memory: Andrés Wood’s       Machuca and Raúl Ruiz’s Le Domaine Perdu.” IM Interactive Media: E-Journal of the    National Academic of Screen and Sound 4 (2008): 1-26. Web. 25 Oct. 2013.

Vargas Llosa, Mario. Los Cachorros. Madrid: Ediciones Cátedra, 2010. Print.

 

 

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